martes, 19 de agosto de 2008

Un relato..., para sonreír


HILANDO SINÓNIMOS


Juana Castillo Escobar ®




Mañana de invierno. Un día cualquiera, en una ciudad cualquiera. La jornada, heladora, ha conseguido que la escarcha matutina se haya amalgamado sobre los adoquines formando una peligrosa pista de patinaje por la que Juan Despeño Rueda camina con precaución, teme resbalar. Se dirige hasta la parada del autobús, a pocas manzanas de su casa, para ir al trabajo. Sonríe cada vez que algún convecino, o viandante menos avispado, se despatarra sobre el asfalto y está a punto de besar el suelo. Piensa: Es un día magnífico para circular hilando sinónimos. Ayer conseguí un buen número gracias al frío. Hoy puedo hacer lo mismo a cuenta de la gruesa capa de hielo, pero no serán sinónimos de hielo, no, serán sobre las caídas que produce el hielo, veamos: caída, puede ser de la hoja, de la Bolsa, del pelo…, de cabello yo ando bien, todavía -y acto seguido se mira en la luna de un escaparate, luego se atusa los aladares y anda con más soltura y menos precaución-. A ver, continuemos: descenso, del ascensor…; prolapso, suele sucederle a las mujeres…; decadencia, de la sociedad, de un imperio…; bajada, de interés (eso está bien)…; recaída: o es que te caes dos veces o continúas enfermo…; tumbo…
Entonces Juan Despeño dio el primer tumbo de la mañana. Una baldosa levantada, que no vio, le hizo tambalearse como un tentetieso pero él, presumido por demás, logró enderezase como un junco tras ser acamado por el fuerte viento.
¡Uy -exclama para sí-, qué cerca he estado de darme una buena costalada! Como la señora esa de la acera de enfrente… Despeño no logra aguantar la risa. Las caídas han sido lo que más gracia le han hecho desde que era niño. Las caídas de los demás, no las propias.
Bien, sigamos, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí, los sinónimos! Culada, como la que acabo de presenciar; esa mujer, desde luego, si hubiera tenido nariz en el trasero se la habría machacado; costalada; pechugón; zapatazo; guarrazo; tozolada; revolcón; hocicar…
Con tanto sinónimo, con tanto mirar a uno y otro lado de la calle para ver cómo otros viandantes patinan sobre el hielo, Juan no se da cuenta del pequeño socavón que se abre bajo sus pies. Da un paso, pierde el equilibrio, sus piernas, muy largas, es como si se le anudaran y rueda por la acera aterrizando unos pocos metros más allá. Acaba empotrado en la boca abierta de una alcantarilla, de tal forma, que no hay modo de sacarle. Los usuarios del autobús, que aguardan en la parada cercana, rompen la fila para tratar de ayudar a aquel hombre que ha quedado hecho una uve frente a sus ojos. Unos le miran con cara de espanto; otros quieren ayudar, preguntarle cómo se encuentra, pero la risa no les permite abrir la boca por miedo a soltar una carcajada; otros, los más osados, asiéndole por los hombros, intentan desempotrarle de la voraz alcantarilla que no suelta su presa así como así. Juan pide con un hilo de voz:
- Déjenme. Por Dios, no tiren de mí. Creo que me he roto.
Alguien avisa a los bomberos. Estos llegan a los pocos minutos. Tras evaluar la situación, y los posibles daños, traen del coche un arnés que le pasan a Juan bajo los brazos, luego lo atan a su pecho, después lo sujetan al grueso tronco de un plátano centenario. Bien seguro el accidentado, dos bomberos fueron cortando con una cizalla de grandes dimensiones el hierro en torno a la boca de la alcantarilla. Una vez rescatado, los espectadores prorrumpen en vítores y aplausos dedicados al valeroso cuerpo de bomberos. Llega el autobús y, rápido, desaparecen todos los mirones. Sobre la acera helada, desplomado, aguarda Juan la ambulancia. El jefe de los bomberos que le han atendido le dice que se teme que tenga roto algo más que el traje. En soledad, mientras espera, continúa hilvanando sinónimos: he besado el suelo; menudo costalazo; quién me iba a decir que me apearía del burro por las orejas; creo que esto es algo más que la rotura del traje: estoy reventado, destruido, aplastado, partido, rasgado, herido, en carne viva, infecto, ¡¡¡coronel no sé qué, no siento las piernas!!! Creo que me estoy apagando…, pero, ésta, ha sido la mejor culada que he visto en toda mi vida…, si no se tratara de la mía.
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Nota.- Este relato pertenece al cuaderno titulado "Relatos para las cuatro estaciones" -en el apartado "Invierno"- y presentado en el Registro General de la Propiedad Intelectual el 16 de Agosto de 2005, al que correspondió en nº M-006286/2005, Resolución conforme con nº de asiento registral 16/2008/2297, de fecha 13 de Marzo de 2008. También está publicado en la página web:


1 comentario:

arena dijo...

!!Genial! pase un buen rato con el protagonista de la historia.

Presentación virtual de mi último libro: "Palabras de tinta y Alma"